Cuenta una antigua leyenda guaraní, que la luna se moría de ganas de pisar la tierra. Quería probar las frutas y bañarse en el río.
Un atardecer, gracias a las nubes, pudo bajar. Desde la puesta del sol hasta el alba, las nubes cubrieron el cielo para que nadie advirtiera que la luna faltaba. Fue una maravilla la noche en la tierra. La luna paseó por la selva del alto Paraná, conoció misteriosos aromas y sabores, y nadó largamente por el río. Pero cuando llegó a la ribera se encontró con un jaguar que intentó arrojarse sobre ella con sus afilados dientes. Un labrador la salvó, espantando al jaguar, y llevándose a la luna a su casa para calmar su temor.
Llegaron a su humilde choza, levantada en un claro de la selva, lejos de la aldea. Allí vivía el labrador, con su mujer y su hija. La luna tuvo hambre y la mujer le dió unas tortillas de maíz, único alimento del que disponían.
Calmada y satisfecha, la luna se despidió de la familia y volvió al cielo.
A la noche siguiente, desde el cielo, la luna se asomó a la casa de sus amigos, y descubrió que en aquella choza no quedaba nada que comer. Para ella habían sido las últimas tortillas de maíz.
Entonces, conmovida, iluminó el lugar con la mejor de sus luces y pidió a las nubes que dejasen caer, alrededor de la choza, una llovizna especial.
Al amanecer, en esas tierras habían brotado unos árboles desconocidos, y entre el verde oscuro de las hojas, asomaban unas flores blancas. Así nacio la yerba mate.
Dicen que desde entonces, la hija del labrador pasea por el mundo ofreciéndola a los demás, y es por eso que la yerba mate despierta a los dormidos, corrige a los haraganes y hace hermanas a las gentes que no se conocen.
(Eduardo Galeano)
Llegué hace dos décadas a la ciudad de Puerto Natales, atraído por el encanto de la distancia y la aventura. Para quedar inmediatamente enamorado de los espacios abiertos llenos de silencio y quietud. Donde habitan seres de alma fuerte y noble, que junto a su caballo cruzan pampas y montañas, sin importar la lejanía o dificultad de la geografía. Ahí tomar mates al amanecer son placeres que no tienen igual, amanecer a los pies del monte.
Siguiendo el viaje por estas tierras patagónicas llegamos con mi familia al mágico paraíso de Futaleufú, situado en plena cordillera de los Andes, a pasos de Argentina, fuimos acogidos por hermosas personas de estos territorios, que nos comparten en cada momento toda su sabiduría. Acá junto al aire, el fuego, la tierra y del gran flujo de agua que corre por los ríos de la Patagonia norte, caminamos en comunidad.